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Contar para sanar… el maltrato

  • Foto del escritor: Corporación Con La 9
    Corporación Con La 9
  • hace 4 días
  • 2 Min. de lectura
Gladis Cuervo nos contó su historia en el taller "Contar para sanar"
Gladis Cuervo nos contó su historia en el taller "Contar para sanar"

Cuando se habla de hacer catarsis y enfrentar los dolores más profundos, el maltrato es un tema que siempre está presente. Ya sea familiar o de pareja, físico o psicológico, nuestra sociedad lo ha normalizado durante años como una forma de disciplinar o de ejercer poder sobre alguien más vulnerable.


Ese fue el caso de María Gladis Cuervo, quien recuerda con mucho dolor cómo su madre se convirtió en su verdugo durante varios años. “Cuando mi mamá murió no solté ni una lágrima. Yo tenía mucho rencor porque me pegaba muchísimo”, relata con voz temblorosa. “Éramos la familia Correa porque literalmente nos pegaban con la correa, porque sí y porque no. No solo a mí, sino a todos mis hermanos. Éramos ocho”.


Las secuelas de ese maltrato constante pronto se reflejaron en su desempeño escolar. “Yo fui muy mala estudiante. Y como tenía miedo, aprendí a falsificar la firma de mi mamá para que no me pegara cada vez que el profesor le enviaba una nota”.


Lo que vivió Gladis no fue un caso aislado. Un reporte de abril de 2023 de UNICEF encontró que el 41 % de los padres y madres que fueron castigados durante su infancia consideran válidas las prácticas violentas en la crianza. Justamente eso ocurrió con su madre: “A mi mamá también la maltrataba mi abuelo. La sacaba a la calle porque no quería a las mujeres, solo a los hombres. Entonces la echaba a ella y a la abuela a dormir en el piso de la acera, por el simple hecho de ser mujeres”.


Tras la muerte de su madre, Gladis inició un proceso de sanación que le permitiera liberarse de las heridas de la infancia: “Yo tuve que sanar después de que mi mamá murió, porque nunca sentí ese amor de madre: nunca me dio un abrazo, ni un beso”. Gracias a esa decisión, pudo romper con esa terrible herencia y construir una relación distinta con su hijo, quien hoy es psicólogo.


Su historia es un ejemplo claro de que, aun cuando las estadísticas parecen jugar en contra, es posible romper el ciclo del maltrato. Sanar y tomar una decisión consciente puede marcar la diferencia para que las malas prácticas no se repitan de generación en generación.

 
 
 

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