Una especie de tribuna descubierta, rodeada de barandas, de escalas, de pequeños jardines y que a una leve profundidad alberga a doce módulos comandados por comerciantes estacionarios, de los cuales solo funcionaban seis al momento en el que este medio de comunicación la visitó, se abrió al público el pasado jueves 7 de octubre.
Se trata de la plazoleta gastronómica, cuya apertura no oficial fue tan silenciosa que aún muchos residentes y visitantes de la comuna 9 ignoran que ya está abierta al público, a pesar de estar situada en pleno Ayacucho, a tan solo una cuadra de la estación Buenos Aires del Tranvía. Según la Alcaldía de Medellín, 14 comerciantes ofrecen sus productos en el día e igual cantidad en la noche.
Y la apertura no fue oficial porque para el miércoles 20 de octubre está prevista la visita del alcalde de Medellín, Daniel Quintero Calle, para inaugurar, ahora sí oficialmente con bombos y platillos, este nuevo espacio de 1.457 metros cuadrados para el disfrute ciudadano y para la reactivación económica de los vendedores que tienen allí sus puestos de chunchurria, arepas de chócolo y de queso, perros, butifarras, chorizos, hamburguesas, dulces tradicionales, pasteles, buñuelos y muchas otras delicias gastronómicas.
Cuentan que ese día el mandatario llegará con su comitiva y le comprará $100.000 en productos a cada vendedor para darlos como degustaciones a los asistentes y de esta manera promocionará la labor de estas personas y de paso, lo que podría ser el parque que Buenos Aires nunca tuvo. La obra tuvo una inversión de $1.780 millones y produjo 106 empleos durante su construcción, según la Alcaldía de Medellín.
“Estamos muy contentos por abrir este lugar al servicio de la gente, esta obra fue suspendida en julio del 2019, durante la administración anterior y desde que llegamos a la alcaldía nos pusimos en la tarea de destrabar el proceso para el beneficio de la comunidad. Hoy es una realidad”, expresó la secretaría de Infraestructura Física, Natalia Urrego Arias.
Días antes de la apertura inicial, una ciudadana miraba desde los alrededores el nuevo sitio y decía: “ojalá que no se llene de marihuaneros”. Sus palabras terminaron siendo profecía el primer día de inaugurado. Miguel Ángel Hernández Arango, uno de los vendedores del lugar, reveló llevaba apenas unos minutos abierto y al vigilante, que ya no está, le tocó lidiar con dos grupos de consumidores para que desalojaran.
Ese episodio ocurrió sólo ese día, pero tanto los vendedores como los visitantes esperan que estos personajes no se apropien de la plazoleta gastronómica, como sí lo hicieron con el parque Bicentenario, donde ningún padre de familia inteligente se atrevería a llevar a sus pequeños hijos, pues se convertirían en una especie de adictos pasivos y estarían en un ambiente indeseado.
El común denominador en las obras de Medellín es que, casi siempre, las entregan, pero después se olvidan de ellas, por lo que la comunidad desea que les hagan acompañamiento permanente a los vendedores y los escuchen para mejorar lo que está pendiente, como la vigilancia, que no caería nada mal.
Resurgir de las cenizas requiere promoción
Eran las 9 de la noche del jueves 14 de octubre y tres parejas compartían en las escalas de la plazoleta gastronómica en medio del abrumador frío, pequeños grupos de personas llegaban hasta con sus mascotas y se sentaban en los jardines inferiores a departir, pero pocos de los 19 asistentes que habían hasta ese momento arrimaba a comprarle a los vendedores, a pesar de que uno de ellos, que lucía un delantal y una gorra amarillas, se paró en el ingreso sobre Ayacucho a promocionar a viva voz la chunchurria y las arepas de comercializaba.
Aunque el pasado fin de semana este nuevo sitio de encuentro se vio bastante concurrido, durante la semana reinó la soledad y la lluvia les ahuyentó a la clientela, por lo que los beneficiados anhelan que en algún momento próximo le pongan un techo a este espacio. Otros decían que a caballo regalado no se le mira el colmillo.
Los vendedores son conscientes de que reiniciar toma su tiempo mientras se acreditan, pero todos coinciden en afirmar que a la plazoleta gastronómica le falta publicidad. “Que pongan pasacalles, que traigan grupos culturales, artísticos y deportivos con regularidad para que la gente empiece a frecuentar el sitio y a tenerlo como un punto de referencia para sus programas de sano esparcimiento y alimentación, que nos promocionen en los medios de comunicación”, pidió Hernández Arango a la alcaldía de Medellín.
Él tiene 57 años, antes se estacionaba cerca a la Unidad Intermedia de Buenos Aires, donde vendía hasta 150 chorizos en una jornada y ahora asegura que si acaso se logra vender unos 20. El y el resto de vendedores que ocuparán este espacio, fueron desalojados de sus puestos en el 2013 debido a las obras del Tranvía de Ayacucho.
A partir de allí, la vida para ellos fue una odisea, unos debieron rodar de un lado para otro con sus carros móviles, mientras que otros se vieron obligados a abandonar la labor de la cual derivaban su sustento y estuvieron varados o consiguieron empleos temporales en restaurantes, pues no se veían en otras labores distintas. Luz Dary Serna, quien vende pasteles y empanadas, contó en medio de las lágrimas, que hasta le tocó dormir en la calle porque quedó en la quiebra absoluta y no contaba con recursos para enfrentar semejante imprevisto.
Lo cierto es que fueron ocho largos años de espera y ahora estos pequeños comerciantes anhelan que la gente los vea y los apoye con confianza para empezar a mejorar sus ingresos en este nuevo espacio que promete ser acogedor, siempre y cuando no lo invadan los señores que vuelan sin montar en avión.
“Esta nueva plazoleta no solo beneficia a los más de 6.500 habitantes del barrio Buenos Aires, sino a miles de personas que a diario visitan el corredor turístico que es Ayacucho”, agregó Wilder Echavarría Arango, gerente de la Empresa de Desarrollo Urbano, EDU.
Una parte de la pared tiene un mural colorido y artístico que promociona a Medellín, pero otra ya evidencia rayones de esos inescrupulosos y desocupados, que parece que su mayor pasatiempo, fuera el de enlodar las obras públicas con jeroglíficos que solo hablan mal de la educación y cultura de sus autores. “La plazoleta gastronómica será intervenida con arte urbano para hacer de este lugar un referente cultural y atractivo turístico”, reveló la Administración Municipal en un comunicado.
Mónica, la chica de las arepas
Mónica Mejía tenía su puesto de arepas de chócolo, junto a su madre, al lado del Clarita, pero cuando empezaron las obras del Tranvía de Ayacucho, la reubicaron en los alrededores del Más Cerca de Buenos Aires. Sin embargo, sus ventas bajaron tanto, que ella optó por no volver. “Estábamos escondidos y sin luz, los que la tenían era de contrabando”, reveló.
Durante todo este tiempo pudo emplearse temporalmente en algunos restaurantes, en casinos y haciendo aseo. “Hasta que nos llamaron de la alcaldía para algunas capacitaciones con la Policía y con los Bomberos. Nos renovaron el carnet y nos dijeron que en seis meses nos entregaban los negocios, nos pusieron a escoger los prototipos del carro que íbamos a usar. No tuvimos que dar nada porque nos dieron los carros, las sillas, las canecas, todo”.
Mónica sueña con recuperar la clientela que años atrás tenía y espera que la ciudadanía cuide este nuevo parque. “Espero que la gente se amañe, aunque hacen falta juegos para que los niños se diviertan”.
Los vendedores nocturnos empiezan a las 4 p.m. y les permiten trabajar hasta la medianoche, pero piden que les amplíen el horario de atención, por lo menos, hasta las 4 a.m.
“La plazoleta gastronómica es muy buena, hacía mucha falta un espacio como estos en Buenos Aires”, expresó Diego Salina mientras degustaba una arepa de chócolo que le vendió Mónica Mejía. Ese alimento sabía a sal y a dulce, como la sensación que ha dejado este nuevo espacio para los comerciantes, quienes a pesar de todo sueñan con que vendrán días de mejor sabor.
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