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Héctor Javier Barrera

Formemos a los niños desde el equilibrio y la responsabilidad

Por: Mónica Ramírez de Carrington

Psicopedagoga & Neuropsicopedagoga

Mónica Ramírez de Carrington

Tengamos en cuenta que aunque el proceso de crianza es absolutamente natural, existen dos aspectos que la dificultan: los avances tecnológicos y los rápidos cambios sociales. Por lo tanto, se hace necesario que los padres se preparen para desarrollar eficazmente su tarea.


Tienen que trazar objetivos, valores y metas claras para esa bella empresa llamada familia. Los estilos de vida de hoy, no son como los de ayer y los padres deben tomar de nuevo el rumbo correcto de sus hogares, de sus familias, de sus hijos y revestirse de nuevo de valor para dirigirlos como unos buenos y exitosos gerentes.


Hay rutas estudiadas e investigadas sobre estilos de crianza que no contradicen la correcta formación de los seres humanos.


Y sabemos que el respeto, la gentileza, la cortesía y el cuidado son unas buenas rutas. Que el castigo verbal o físico nos dejaron enseñanzas dolorosas tanto emocional como físicamente. Que el castigo produce sentimientos de ira, convierte a los niños en bravucones abusivos, hace que ellos se sientan culpables y rebaja su autoestima. Daña el valor y la confianza produciendo timidez y cobardía.


Pero tampoco debemos ir al otro extremo: la permisividad. Dejarlos hacer todo lo que quieran y no decirles nada, es incorrecto, como padres tienen que saber cómo colocar límites. El niño necesita saber cuál es su lugar dentro del hogar.


Un padre que dice irresponsablemente sí a todo, que es permisivo, que cede ante las presiones de sus hijos, está criando un dictador y un caprichoso. Que piensa que todos están para satisfacer sus caprichos. Este camino nos lleva a formar un niño con un síndrome llamado: emperador o emperatriz.


Principalmente se inicia en el hogar, cuando el niño comienza por desafiar al padre y a la madre, y más adelante lo hace con cualquier otra persona. Es un niño consentido que en un futuro muy próximo, va a crear y a meterse en problemas o va a tener serias dificultades de adaptación psicosocial.


A lo que sí estamos llamados hoy, es a formar desde el equilibrio, a corregir desde una disciplina positiva donde se corrige al acto no la persona: Y corregir es instruir, guiar, disciplinar, enseñar, educar, encaminar y poner límites. Entra dentro de las necesidades básicas de seguridad, amor y pertenencia. Entonces lo que queremos de los padres es que corrijan.


¡No al maltrato. No a la permisividad. Sí a la disciplina positiva!


Lo que en conclusión pedimos a los padres, maestros y cuidadores es que corrijan de forma empática, con conexión con ese ser humano que estamos formando con firmeza, compromiso, disciplina y amor, lo que se traduce sencillamente en amor.


Los hijos necesitan para desarrollarse un ambiente de amor con las reglas claras, límites bien establecidos, el respeto por la autoridad, la seguridad en el momento de formar, la firmeza y fortaleza de los padres a la hora de actuar.


¿Con qué otras herramientas cuentan los padres, maestros y cuidadores?

  1. El sentido común: Es una capacidad que desarrollamos para juzgar razonablemente las situaciones de la vida cotidiana y decidir con acierto. Es como una especie de sabiduría programada en nuestro cerebro para responder de forma abreviada a las exigencias del entorno.

  2. Cuentan con la clave mayor: La espiritualidad.

Vayan al centro de ustedes mismos, hagan silencio por un instante, cierren sus ojos, respiren profundamente, recojanse en lo más profundo de su ser y desde allí, desde ese lugar sagrado, que existe dentro de todo ser humano, oren por sus hijos.


Recurran a Dios, cualquiera que sea la idea que tengan de Él y entréguenlos, pidan protección y misericordia para ellos. ¡Así los protegerán y los ayudarán! Nuestras manos se levantaran sobre ellos, solo para bendecirlos cada día.


Para que ese ser humano, sus hijos / estudiantes / nietos etc.…, esa esencia divina, no se pierda en la experiencia por este mundo y su integridad, su alma y su vida, sea encaminada hacia su destino, acudan a la oración por ellos. No dejen a los niños y jóvenes, al vaivén de las fuerzas de este mundo.


Tengan el valor de entregarles ésta herencia que muy seguramente la usarán en el momento que más la necesiten.


Hijos para el mundo y la vida, capaces de autorregularse, resilientes, empáticos y convertidos en buenos seres humanos. Estos serán los niños y jóvenes que debemos educar y formar hoy y después de la pandemia o de cualquier otro evento fortuito.


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