Para el común de la gente Lucelly Guarín Sierra es una psicóloga curtida en el oficio, pero para unos 30 niños de familias vulnerables de la comuna 9 y sectores aledaños, ella es un angelito de carne hueso con alma social y con un corazón tan grande, que no le cabe en el pecho.
Cada 15 días les enseña cómo prevenir el abuso sexual, cómo manejar la violencia intrafamiliar, cómo alejarse del alcoholismo, de la drogadicción, de las malas amistades y, además, los educa en valores, el medio ambiente, el arte y en otros asuntos valiosos.
La cita de ella con estos pequeños se da dos sábados al mes, desde hace dos años, en una casa finca de Barrios de Jesús, donde llegan chicos de zonas aledañas que muchas veces no cuentan con los recursos necesarios para comer las tres comidas al día, por eso Lucelly mueve cielo y tierra para darles un algo sumado a su compañía llena aprendizajes, de socialización y de sano esparcimiento en el que también conocen un poco sobre los derechos humanos.
“Desde el programa Medellín me cuida y los Escuchaderos de la alcaldía local me pidieron el favor de conseguir personas vulnerables y yo les hablé de un grupo de niños con los que venía haciendo las novenas navideñas y actividades lúdicas en los diciembres, inicialmente el programa me mandaba a una profesional cada ocho días y yo estaba atenta a colaborarle. Ella se quedó sin contrato y los niños quedaron a la deriva. A los dos meses, junto con otras compañeras, decidimos retomar el programa porque son pequeños altamente vulnerables”, recordó Lucelly, quien también es licenciada en docencia y en pedagogía reeducativa.
Para ellos, estar allí durante esas dos horas que comparten, de 3 a 5 de la tarde en cada encuentro, es un espacio también de desahogo y de paz, donde como dice Lucelly, tienen otras perspectivas de la vida, pues la mayoría de ellos son hijos de padres que no tuvieron escolaridad, que vienen de ambientes caóticos, pero ella les demuestra que, a pesar de las duras circunstancias que han tenido, pueden salir adelante si se centran en hacer cosas buenas, como esos dibujos que, con libertad, pintaron y donde ella les interpretó tantas cosas de sus vidas, porque casi siempre los niños se expresan mejor dibujando que hablando.
“Tengo infantes niños de una misma familia, en la que hay doce hermanos que viven en una misma habitación en la que confluyen tíos, primos, sobrinos y abuelos. Tienen problemas de desnutrición y psicosociales”, reveló el ángel de esta historia.
Verlos felices es su mejor pago
El grupo de menores de edad que asiste a estas clases, por fuera del ambiente escolar rutinario, fue bautizado por ellos mismos como Soñadores de grandes transformaciones, “por los imaginarios que tienen de todo eso que quieren hacer cuando sean grandes, pero también por los potenciales de liderazgo y por los talentos que poseen para construir un mejor futuro”, contó Lucelly.
Por medio del dibujo, del teatro y de otras actividades lúdicas, ella descubre sus fortalezas para potenciarlas y así les cambia ese chip negativo de inutilidad que les han insertado en sus entornos familiares y sociales, pero también los arropa en su hogar para sacarlos de las garras del mal y demostrarles que son demasiado valiosos.
“Cada vez demandan más atención. Si está lloviendo se les da un cafecito caliente o un chocolate con algo de comer; cuando nos llegan donaciones de algunas instituciones les podemos dar mercados a sus familias y así les brindamos una atención integral para ayudarlos a menguar un poco esas vidas tan complejas llevan en sus hogares”, reveló Lucelly.
Ella recordó la historia de una niña que muchas veces no asistía a sus clases porque no contaba con un computador para hacer sus tareas. Le tocaba ir a la casa de una niña que sí tenía, ella se lo enseñaba a manejar y cambio le daban unos pesitos y le dejaban hacer sus tareas. Lucelly le regaló, de cuenta suya, un computador y de esa manera mejoró su calidad de vida y la de sus parientes, quienes ahora hacen sus trabajos escolares en ese equipo, en lugar de estar en la calle hasta altas horas de la noche, expuestos a los peligros.
Lucelly siembra amor en estos chicos y recibe como pago caritas llenas de sonrisas tiernas y enormes gestos de gratitud que le alegran el alma y que para ella son suficientes. Pero algo que también les enseña a sembrar es rábanos, acelgas, apios y otros comestibles en el semillero que tiene en su casa finca, allí aprenden a cultivar una vida saludable y a ser autosostenibles. El cuidado del medio ambiente también hace parte de esa formación que ella les inculca, una muestra más de eso, es que ya conocen sobre el manejo integral de los residuos sólidos.
Eso no es ninguna pantomima, la que sí puede serlo es la obra de teatro que están preparando para despedir este 2021 en diciembre y que será una sorpresa para quienes los vean actuar.
Pero en todos esos trabajos, Lucelly no está sola. “Constantes somos tres personas, pero fluctúan entre cinco y seis que vienen a apoyarme de manera voluntaria. Tengo dos niñas del Colegio Mayor, que aunque todavía no es el tiempo de hacer sus prácticas, yo las invité porque les llamó la atención la labor y al final les certifico ese tiempo que llevan conmigo para que se los valgan en la universidad como trabajo social”, reveló Lucelly.
“Escuchar que ellos están cambiando su discurso y su forma de tratarse, eso es lo más gratificante para mí porque veo que realmente se están gestando transformaciones en los niños para sembrar en ellos la cultura del buen comportamiento y de una vida diferente”, reveló esta samaritana, quien cuenta con 12 años de labor social no solo en la comuna 9 de Medellín, sino también en otros barrios.
Con sus actos bondadosos en favor de estos chicos y de sus familias, Lucelly Guarín Sierra nos muestra que mientras más enseñamos, más aprendemos y mientras más demos, más recibiremos.
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