
Fotografía: Santiago Ramírez cortando el cabello de Anderson Arias.
En la entrada hay un poste con líneas blancas, azules y rojas que sirve para identificar el lugar. Sobre la mesa un cepillo de cerdas muy largas descansa cerca del espejo, y en el reflejo se ve un hombre que posa una larga cuchilla sobre la cabeza de otro hombre que sonríe sin ningún temor. Es la barbería de Santiago Ramírez en el Barrio el Salvador.
El oficio del barbero es tan antiguo como el hombre mismo. Arqueólogos han encontrado en Egipto, afeitadoras hechas con piedras muy filosas que datan de la Edad de Bronce (3.500 años de antigüedad aproximadamente). Sin embargo, a finales del siglo pasado, la proliferación de peluquerías unisex puso en riesgo de extinción al barbero y todo parecía indicar que este era el fin.
En los últimos años, gracias al surgimiento de culturas urbanas como el hip hop y los hipsters, aparecieron nuevas estéticas con un alto nivel de exigencia: cortes precisos, manejo de sombras y figuras increíbles, un trabajo artístico tan complejo que las peluquerías promedio no pudieron suplir. Este nuevo arte capilar trajo de vuelta las barberías como una excelente alternativa de negocio para los jóvenes.
“Todo empezó como un hobby, motilando a los amigos, a mis hermanos y así fui haciéndolo hasta que le cogí mucho amor a este trabajo”, recuerda Santiago. “Empezar es difícil pero con dedicación se puede lograr. Es un arte en el que se ven muchas modas urbanas entonces atrae mucho a los jóvenes”
No tiene afán. Me habla pausadamente y al final de cada frase se puede adivinar una enorme sonrisa que se dibuja debajo del tapabocas. Con la cuchilla en su mano, corta el cabello de Anderson con una delicadeza impresionante. Miro a mi derecha y veo dos clientes más que lo esperan.
Tanta dedicación y tiempo a una sola persona me hace pensar que no debe atender a muchas personas a diario. Le pregunto al respecto y me responde que los clientes separan la cita con anticipación, pero si llegan y no ha terminado con el anterior, lo esperan porque les gusta su trabajo. Efectivamente no recibe muchos clientes por día, porque lo que más le importa es que su trabajo quede bien hecho: “Todos los días me levanto con una sola meta: dejar satisfechos a los clientes y a mí mismo”.
Ese es el verdadero espíritu de las barberías. La mayoría de negocios en el mundo aseguran que el tiempo es dinero: los procesos se aceleran para que puedan ser ejecutados en poco tiempo y de esa manera atender la mayor cantidad de clientes que sea posible. Aquí funciona diferente.
La barbería es un espacio diseñado para hombres que va más allá del simple acto de cortarse el cabello y arreglarse la barba. Se puede sentir un ambiente muy cómodo y de camaradería entre el barbero y la persona que está atendiendo. Cuando llega alguien nuevo se crea un compromiso no verbal que trasciende el tiempo: el barbero se encargará de realizar un corte perfecto, escucharlo, hacerlo sentir bien y el cliente responde a esto con fidelidad.
“¿Le digo una cosa? yo jamás había usado barbera. Jamás, jamás, jamás. Con él fue la primera vez. Le di esa confianza”, me dice Anderson. Es absolutamente lógico. No hay forma de que un hombre deje su cabeza al cuidado de otro hombre con una cuchilla gigante si no existe confianza. Es el ingrediente principal de este negocio.
Anderson conoció a Santiago por casualidad: “Yo venía acostumbrado a hacerme el corte de cabello con señores de edad. Es lo que siempre se veía: señores y señoras de edad. Pero un domingo me encontraba en un evento familiar y estaba “peludo” como se dice. Por accidente llegue a la barbería de él y me gustó muchísimo: el amor con el que Santiago hace su trabajo, la dedicación: cuida cada detalle del corte… usted sabe que uno como cliente busca la perfección. Me gusta mucho la atención: la calidez con la que me recibe”. Ya han pasado tres meses desde entonces y no lo cambia por nadie.
Según cifras del último Estudio Bianual Infocomercio publicado por Servinformación, hay aproximadamente 2.178 barberías en Medellín, que representan el 9% de las barberías del país. Una cifra que seguramente continuará en crecimiento, no sólo por el aumento de la demanda a este tipo de servicios, si no también por la idea de futuro que representa para muchos jóvenes que desean salir adelante y que en muchos casos, no tiene acceso a una educación superior.
En esta mezcla contemporánea entre lo clásico o vintage con las nuevas tendencias, la nostalgia por lo antiguo nos ha traído de vuelta muchas cosas que extrañabamos y creíamos obsoletas, como los discos de vinilo, los tableros de tiza, las Vespas y la fotografía Polaroid. Confiemos en que la barbería sea una de esas cosas que trascienden cualquier moda y que haya vuelto para quedarse.