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  • Astrid Balvín

Viejos Soñadores, el club de vida que transforma vidas


En el barrio Caunces de Oriente ubicado en la parte alta de Buenos Aires, se encuentra Laurentina Vásquez, una de las primeras habitantes de este barrio, quien aportó en su construcción territorial y social. El barrio recién formado, contaba con pocos espacios para el encuentro entre sus habitantes, en aquel tiempo, era la parroquia la que cumplía dicha función.


“Cuando se fundó el barrio, yo vi que hacía falta tener el grupo de la tercera edad, yo veía que unas cuatro personas se reunían en la cancha y desde eso dije: ¡voy a conformar un grupo! y así empecé”. Iniciaron 15 personas entre conocidos, vecinos y personas que asistían a la parroquia del barrio, a los que ella les extendió la invitación para reunirse, integrarse y conocerse.


El lugar de encuentro en aquel entonces, era justamente la parroquia San Alberto Magno, donde ya no sólo iban para tener su acercamiento espiritual habitual sino además con intereses lúdicos y de distracción.


“Primero hacíamos parte de Comfenalco, pero como a ellos había que hacerle un aporte económico, entonces mejor decidimos seguir por nuestra cuenta recogiendo el dinero, para comprarnos los primeros uniformes y hacer nosotros las actividades”. Aclara Vásquez.


Viejos Soñadores fue el nombre escogido en Cámara de Comercio, después de hacer un descarte de los nombres que ya se encontraban registrados. Desde que fue reconocido legalmente, han podido participar de beneficios que otorga la Alcaldía de Medellín, como fue el primer aporte de 30 millones de pesos, hace 30 años, para la construcción de un salón donde pudieran realizar todas sus actividades. Desde entonces Laurentina ha sido la presidenta del club de vida y ahora en compañía de Rosalía Restrepo, como vicepresidenta están al frente de todo, lo que a él concierne.


Esta conformado, casi en su totalidad, por mujeres, a excepción de cinco hombres. Allí se les brinda la posibilidad de mejorar su salud física y emocional. Se reúnen tres veces por semana: lunes, miércoles y viernes, para hacer gimnasia con un profesor del Inder, que les brinda un acompañamiento y aunque algunas de ellas por problemas físicos no pueden realizar ejercicio, nunca dejan de asistir, así sea para sentarse a conversar con otras compañeras sobre temas banales o de importancia.

En estos momentos Viejos Soñadores lo conforman 76 personas y de ellas 12 integran el grupo de danzas. “Antes eramos 88 personas pero unas se han muerto, otras se van para otro barrio, otras nuevas entran, pero en general el grupo es muy numeroso”. Aclara Laurentina.


Consuelo Marín, aunque desde hace un tiempo decidió mudarse de casa y ahora vive en el barrio Las Brisas, sigue asistiendo a los encuentros del grupo. “yo hace como 24 o 25 años vengo a este grupo, casi toda la semana, aquí yo me amaño mucho, la líder es muy especial, ella ha hecho mucho por el grupo y nos ha colaborado en todo lo que necesitamos”.


Además de la inscripción que pagan, cada que comienza un nuevo año, pagan una mensualidad, con la que recogen fondos para hacer actividades, como un paseo de día de madres, la despedida anual del grupo, celebrar los cumpleaños o cualquier otro motivo que las lleve a pasar tiempo juntas, donde han construido más que un club, una familia.


Luz Marina Higuita Sepúlveda es otra de las integrantes; sufrió hace varios años una aneurisma que la dejó en silla de ruedas, con terapias logró devolverle la movilidad a la mitad de su cuerpo, sin embargo, pero entrar al grupo le ha ayudado en su recuperación.


“Yo cuando entré tenía paralizado todo el lado izquierdo y míreme hoy en día, ya bailo, correteo y todas esas cosas, me he mejorado en un 50%, la gente de aquí es muy querida, es una bendición”. Explica Luz Marina. Les encanta salir, conocer nuevos lugares, han realizado viajes al Ecuador, San Andrés, el Eje Cafetero, Coveñas, Santa Marta, Cartagena, la vuelta a Oriente, entre otros destinos regionales.

“Yo dejé de trabajar hace dos años y la ilusión mía era entrar a un club de vida porque mi mamá estuvo en clubes de vida durante muchos años y ella paseaba mucho, entonces la meta mía era hacer lo que no podía hacer cuando trabajaba que era pasear. Este grupo está lleno de personas alegres muy activas”. Dice Marta Castellano miembro de Viejos Soñadores.

Sienten que al estar en este grupo su calidad de vida ha mejorado en varios aspectos, comienzan a descubrir pasiones que antes no había explorado o que incluso no sabían que tenían; unas aprenden a hacer perlas en un taller de manualidades, otras disfrutan del grupo de danza que ellas mismas formaron hace 25 años. Con sus bailes y trajes típicos, hacen presentaciones en la parroquia y bazares que se realizan en el barrio, han salido a pueblos y hasta ganado premios. Para ellas es como una catarsis, como soltar y volverse a recargar, es un complemento para sus vidas, se sienten alegres, motivadas y llenas de vitalidad.


La creación de espacios como el club de vida Viejos Soñadores hace posible que se generen dentro de la comunidad, pequeñas transformaciones sociales, que se ven reflejadas en la forma en que se reinventan y descubren nuevas formas de interacción y encuentro con el otro; siendo ese otro, el conocido, el vecino, el amigo, o el familiar. Se promueve la solidaridad y la primacía del bienestar común. Mejora la calidad de vida de sus integrantes y como consecuencia, mejora la forma en que ellos ven, asumen y se desarrollan en su entorno.

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