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  • Lizbeth Geraldine Rojas -

Barrio El Salvador

Agradecimientos a Francisco Antonio Ospina Vira.


A principios del siglo XX, cuando inicia el proceso de urbanización de la ciudad, al morro de El Salvador lo conectaba, con el resto del territorio, un camino de trocha donde se encontraban los viajeros para descansar y divisar gran parte de la ciudad y así continuar su camino atravesando el cerro para desplazarse al centro oriente antioqueño. Para la época, a este mirador natural no subía transporte a motor, los pocos autos que habían solo entraban hasta la calle 45, de ahí emprendían su rumbo hasta llegar al barrio Gerona.


María Gregoria Vira junto con su esposo Manuel Antonio Ríos, fueron de los primeros en asentarse en este territorio en el año 1900. Con solo 29 pesos, dieron origen a las primeras viviendas del barrio, lo que en ese tiempo era conocido como El Hueco del Salvador o El Morro de las Cruces (morro El Salvador), por las catorce cruces que lo rodeaban, cada una representando las estaciones del viacrucis. En aquel entonces, el cerro no contaba con agua potable ni electricidad, solo eran mangas y potreros. Sin importar la escasez de servicios, María Gregoria bajaba todas las mañanas por agua a San Ignacio, “Se amaraba un rollo de trapo en la cabeza y en el montaba un recipiente con agua y así la trasladaba hasta la casa”, cuenta su nieto Francisco Antonio Ospina Vira, nacido el 12 de octubre de 1925.

Sin embargo, al no contar con una iglesia y pese a las circunstancia, el párroco Tulio Maya, se ofreció a celebrar la misa en uno de los tejares de este cerro ubicado en la “canoa”, lo que ahora es la Cancha El Hormiguero; reunía varias enjalmas, encima de ellas montaba el altar y todo lo correspondiente para la misa, mientras los feligreses, sentados en el rastrojo a la intemperie, escuchaban atentos las palabras de éste. La parroquia fue levantada en 1953 por monseñor Joaquín García.


En ese momento, el cerro contaba con las primeras cuatro casas y con la presencia de varias familias, que al ir creciendo formaron un conjunto de tejares alrededor de éste. Al ver la escasez de agua potable y la distancia que había que desplazarse para conseguirla, se construyó una pila metálica, que por medio de tuberías obtenían acceso al agua potable.


No obstante, el morro seguía cubierto de manga y rastrojo, las calles eran de piedra y barro, que se originaban en la carrera 36, terminando en el barrio Las Palmas hasta el Cementerio San Lorenzo, el segundo construido en el Valle de Aburrá en 1828, como respuesta a los graves problemas de salud que generaban los sepulcros dentro de la ciudad.


Con el tiempo y al llegar nuevos habitantes se construyeron casas, heladerías, tiendas, carnicerías. Debido a las calles destapadas, los primeros materiales para la construcción eran transportados a caballo; ya que los vehículos no podían transitar por estos sectores, y así poco a poco, se abrió paso a las primeras calles pavimentadas que se realizaron a mediados de los años ochenta.

Hoy día, el barrio cuenta con una red de alcantarillado, con dos rutas de acceso que son la carrera 36, en sentido sur norte, y la carrera 36ª, en sentido norte sur; con canchas de fútbol, una institución educativa, la unidad de salud (Metrosalud), y un sinnúmero de supermercados y tiendas, las cuales suplen las necesidades de sus habitantes.

En el barrio se celebran, cada año, las Fiestas de la Antioqueñidad, celebraciones que son conocidas a nivel municipal, por su gran acogida. El Salvador, más que un barrio, forma parte de la historia del desarrollo urbanístico y cultural de Medellín. El Salvador, es un territorio de PAZ. El Cristo salvador

Aprovechando la panorámica de gran parte de la ciudad, se escogió el cerro de El Salvador como el lugar para ubicar el Cristo de mármol, traído desde Italia en 1927. Cargando las piezas con mulas y ayuda de los presos del centro carcelario La Ladera, a quienes dejaban salir de prisión solo para ayudar a la comunidad; este Cristo fue ensamblado e instalado en la cima del cerro, con sus brazos abiertos como si estuviera cubriendo la ciudad con ellos, fue nombrado por muchos, entre estos, Francisco y su familia, como “el protector de la ciudad”.


Al terminar la instalación del Cristo, el cerro se fue urbanizando de manera asombrosa alrededor de éste y así descendiendo por el morro, formando calles en espiral para evitar, que a la hora de dirigirse al Cristo, la pendiente fuera muy pesada.


Lo que en 1900 era un morro por donde cruzaban los viajeros como atajo para llegar a su destino, poco a poco fue transformándose en el barrio El Salvador, perteneciente a la Comuna 9, Buenos Aires.

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