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Héctor Javier Barrera

Un apasionado por la muerte que se crio en Buenos Aires


El joven tanatólogo asiste a todos los eventos en los que se estudien y analicen las diferentes prácticas culturales de los pueblos en torno al final de la existencia de los seres humanos.


Entrevista con un especialista en embecellecer a los muertos con pasión que se crió en el barrio Buenos Aires de Medellín. Capacita a los tanatólogos de las funerarias de Colombia.


"Después de todo, la muerte es solo un síntoma de que hubo vida", Mario Benedetti, escritor uruguayo.

Arreglar cuerpos para muchos sería un oficio no deseado, pero para John Alejandro Carmona es una pasión. Viviendo de la muerte aprendió a valorar la vida.

Tiene 34 años y desde niño siempre se inquietó por todo lo relacionado con la muerte. Leía cuentos, poesías, libros, todo lo que le diera un panorama más amplio del tema. Cuando tenía seis años tuvo su primer contacto con ella, abrió con un bisturí una tórtola para explorar sus partes.

Ha sido reconocido como egresado destacado del Tecnológico de Antioquia y en varias oportunidades ha dictado clases de tanatología allí y en el Sena. Ha sido director técnico de Funerales Colombia LTDA, una empresa especializada en tanatopraxia, equipos y tecnología, cuya misión es contribuir a mejorar los rituales de despedida y ayudar en la profesionalización del oficio.

Con tan solo 17 años empezó a embellecer difuntos, oficio que desempeñó durante gran parte de su juventud en la Funeraria San Vicente, una de las más reconocidas en Medellín por sus servicios y por ser referente mundial para el aprendizaje en tanatopraxia. Allí se forman tanatopractores de toda Colombia, Venezuela, Argentina, Guatemala, Ecuador, Chile, República Dominicana y EEUU.


¿Por qué decidió dedicarse a un oficio en el que todos los días se convive con los muertos?

Hay personas que se hacen para una labor y otras que nacen, yo nací para esto. Desde pequeño indagaba por la muerte, jugaba a que fallecía, hasta me ponía cuchillos en la axila, pero en mi ignorancia de niño no comprendía la relevancia del tema. Necesitaba asemejar la experiencia de la muerte para tratar de entenderla.

Me preguntaba qué sucedía después y porqué no había una prolongación de la vida, por qué tenía que ser interrumpida tan abruptamente, por qué el dolor, el sufrimiento, la angustia que produce en los seres queridos.


¿Qué significado tiene para usted estar en permanente contacto con la muerte?

Mi labor tiene una contribución social, no solo ayudo a preservar los cuerpos, contribuyo a aliviar un dolor psicológico, social, mental y físico. Nuestro objetivo es permitirle a las familias una imagen apacible, mitigando cualquier huella de dolor o de trauma, porque lo más importante en ese momento es rendir un homenaje a la existencia que ha partido y no centrarnos en pequeñeces, como preguntarse qué tanto sufrió la persona. Somos los encargados de darle la última imagen que los familiares se van a llevar y eso nunca se borrará de la mente de las personas para las que fue importante.


¿Cómo transcurrió su adolescencia?

Crecí con referente de la muerte, leía constantemente sobre ella. Lo más curioso fue unos cuentos que me leí sobre un niño que iba a una mansión y allí rondaba el espíritu de un infante muerto, este se le aparecía al menor vivo y lo impulsaba a indagar sobre su propia muerte, el niño murió pero nunca supo las circunstancias, eran un misterio y la tarea era que el menor vivo lo resolviera. Lo ponía a ir a su tumba, a los últimos lugares que recorrió, a donde su familia. Aunque no recuerdo el nombre del cuento me marcó. Leía muchos libros de Édgar Allan Poe.


¿En qué momento decidió estudiar para ser tanatopractor?

Cuando estaba en el grado 11 salió un artículo en la prensa que decía: “jóvenes que embellecen la muerte”, me pareció muy llamativo y mi línea de profesionalización siempre la quería orientar por ese tema. Era una carrera que apenas se estaba desarrollando: técnica profesional en tanatopraxia, pertenecí a la tercera promoción. Después de leer el artículo indagué y me presenté a la Institución Universitaria Tecnológico de Antioquia, tenía 16 años. Yo entré a la funeraria a los 17 años, me tocó pedir un permiso de mis padres para laborar. Allí me formé como profesional y como persona, pero ante todo en brindar un excelente servicio, perdurable en la memoria de los dolientes. Llevo 17 años en esta honorable labor y estudié filosofía en la Universidad de Antioquia. Mi tesis fue sobre el concepto antiguo de la muerte en las culturas egipcias y griegas, porque no solo es la práctica de la muerte, sino el conocimiento de ella.


¿Qué opina su familia de la labor que desempeña?

Siempre estuvieron atentos a mis gustos y pasiones, mi escogencia para ellos no fue novedosa, es más, mi madre fue la que me recortó el artículo de prensa para que me profesionalizara.


¿En qué otra labor se puede desempeñar un tanatopractor?

Puedo trabajar también como disector. Es la persona que al lado del médico hace las incisiones de los cuerpos y explora cada órgano para saber la causa del fallecimiento de la persona, estos procedimientos se realizan en Medicina Legal.


¿Nunca ha sentido miedo al explorar un cuerpo inerte?

A nosotros nos creen fríos, insensibles, es impactante entrar a un salón de embalsamamiento, porque siempre consideramos la muerte como algo lejano, la vemos en el otro y es un otro distante, no cercano. Uno aprende a mirar la vida con la muerte al lado y siempre es una tensión latente, yo no diría que somos insensibles, sino que al estar más cerca de la muerte nos hace más conscientes de ella, más sensibles, es algo contradictorio, pero mi vida es la muerte.


¿Con la violencia que ha vivido Medellín me imagino que le llegaban muchos cuerpos lacerados, maltratados?

Cuando dañan los componentes anatómicos y faciales de los cuerpos, debemos restituir completamente todas esas huellas de dolor que fueron ejercidas por otros. En algunos casos la persona queda destrozada por varios impactos de bala o accidentes traumáticos, sus familiares nos piden que sellemos el cofre, entonces les damos la opción de que miren nuestro trabajo y después tomen la decisión, se podría decir que estamos en capacidad embellecer un cuerpo en cualquier estado, por lamentable que sea.


¿Qué ha sido lo más difícil?

Lo que más me marcó fue cuando me tocó arreglar los cuerpos de mis dos abuelos, con el materno viví un año y medio, entonces fue una experiencia conmovedora, me tocó desligar lo profesional de lo personal. Mi abuelo me dijo que si moría yo sería el que lo iba a embalsamar, pero hubo un momento en el que no aguanté y lloré. De mi abuela heredé la pasión por lo que hago, ella ayudaba a embalsamar a las personas que morían en el barrio Buenos Aires, de Medellín, donde me criaron. Fue la primera que me bañó y yo fui el último que tuve el cuidado de embalsamarla y de presentarla en el ritual de despedida. Lo hice con el mayor honor y con una cascada de lágrimas.


Tanatopraxia

Es la técnica para demorar la descomposición de un cuerpo. Es la completa desinfección y preservación del cadáver. Se realiza mediante la inyección vascular y de cavidad de soluciones acuosas y químicos germicidas solubles. Tras aplicarla, los familiares pueden observar que se borra toda huella de dolor, de sufrimiento, de enfermedad, queda una apariencia natural de sus facciones, un estado apacible y menos traumático. También facilita el trabajo del magistrado y de los peritos, quienes manejan casos judiciales complejos.


El dato:

“De cada diez personas que llegan a la funeraria, sólo dos son por muerte violenta”.


La frase

“La única forma en la que se desarrolla el concepto de igualdad, es en la muerte”. John Alejandro Carmona, 2009.


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